COMO SE MANIFESTÓ MI ANSIEDAD… Y NO LA VI…

Trabajos Agobiantes

Desde hace muchos años, mi vida se enfocó en trabajos que demandaban mucha paciencia, tolerancia, y rapidez, tanto física como mental. Fui maestra por más de 10 años en Colombia, ejerciendo mi profesión en ambientes estresantes con niños y adultos con diversas problemáticas socioeconómicas y psicosociales (pobreza, madres solteras, drogas, adolescentes conflictivos). Todo esto comenzó a debilitar mi energía, pero era parte de mi trabajo y sinceramente, amaba hacerlo.

Al llegar a Estados Unidos, mi prioridad fue sacar a mi hijo adelante. Comencé a conformarme con trabajos en fábricas, ya que, según mi percepción en ese momento, <no requerían pensar mucho>. Sin embargo, estos trabajos resultaron ser físicamente desgastantes y requerían rapidez constante: subir y bajar escaleras, empujar objetos pesados, empacar, cortar, revisar detalles, caminar, agacharse, levantar peso y soportar temperaturas extremas… ¿Te suena familiar a tu historia?

Ese fue el tipo de trabajo que conseguía. Cada uno era más debilitante que el anterior y mi energía vital comenzó a verse afectada. Lo primero que apareció fue fatiga muscular y con ella un dolor constante.

Fábrica de hilos

El cuerpo comienza a hablar

Fue así como desarrollé fascitis plantar (dolor en la planta de los pies) e inflamación de rodillas, provocadas por caminar sobre pisos de cemento ardiente. Me autoengañaba pensando: «Es parte de mi trabajo y debo aguantar para pagar mis compromisos». A esas alturas, mi mente ya estaba agotada, pero no quería aceptarlo.

Entonces mi cuerpo comenzó a gritar: agotamiento, visión borrosa, hemorragias nasales y calores intensos… lo que pronto se convirtió en un diagnóstico de hipertensión. Así comenzó una cadena de autonegación frente a una realidad innegable: mi cuerpo se enfermaba. Pero yo me resistía a creerlo. Continué mi normalidad, ahora con medicación que no tomaba con regularidad, convencida de que no la necesitaba… más autoengaño.

Hasta que en un chequeo médico detectaron calcio alto en sangre, una condición peligrosa que afecta los órganos vitales. Ni el médico ni yo le dimos la importancia debida. Continué con trabajos de alta demanda física y mi salud siguió deteriorándose.

Comenzaron a aparecer descompensaciones entre sodio, potasio, calcio y magnesio, y el número de pastillas subió de una a tres por día. Mi cuerpo cada vez más desgastado.

Fabrica de hilos
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Fabricando hilo de carbon

Cuando mi cuerpo ya no puede más

Luego llegaron los síntomas de la premenopausia y una gran alteración hormonal, subidas y bajadas de peso. Pero yo insistía en seguir trabajando.“No puedo dejar mi empleo, tengo muchas deudas”, me repetía.

Hasta que me triplicaron las funciones en mi trabajo: caminatas más largas sobre pisos calientes y movimientos repetitivos con los hombros, colgando objetos pesados. Fue allí cuando me lesioné con una bursitis en el manguito rotador. El dolor fue insoportable, y la frustración inmensa al darme cuenta de que a mis jefes solo les importaba la producción.

Fue en ese momento cuando decidí renunciar. Por fin algo beneficioso para mí. Pensé, Debo parar; estos trabajos solo me han dado agobio. Lo que gano lo gasto sanando las secuelas que me dejan.

Hoy, escribiendo este blog, pienso que mi mente ya celebraba en silencio, al ver que por fin comenzaba a aprender mi lección de vida

¿Pero… qué crees?